Colombia es un país de contrastes y contradicciones. Por ejemplo: ¿cómo una tierra tan rica y tan diversa, con personas de todas las etnias y culturas puede engendrar individuos de la calaña de Laureano Gómez, Julio Cesar Turbay, Pablo Escobar, Carlos Castaño, Salvatore Mancusso, Álvaro Uribe, Andrés F. Arias o Fabio Valencia Cossio? Solo por dar unos pocos nombres, ya que la lista es larga, muy larga. O ¿cómo es posible que los candidatos más preparados, más ajenos a los juegos de poder y menos corruptos puedan ser los últimos en las encuestas y en cambio los que representan todo lo contrario van de primeros? Es una contradicción. Se necesitarían miles de estudios sociológicos para poder entender por qué pasan estas cosas, sobre todo en un lugar que pide urgentemente un cambio profundo, no solo en el Estado y sus instituciones, sino en todos los espacios y aspectos de la vida pública.
Ya había dicho en otra parte que la caída del referendo re-reeleccionista era una aparente buena noticia, que habría sido mejor que pasara y que los colombianos lo hundieran y así todo el andamiaje ideológico de Uribe y su séquito quedaría deslegitimado, dando espacio para que en la carrera por la presidencia se presentaran propuestas nuevas, frescas y alejadas de la opaca y corrupta seguridad democrática. Pero como eso no sucedió, asistimos a una contienda electoral donde toca escoger entre la versión frankenstein de Uribe y la versión light de Uribe. Con cualquiera de los dos, como siempre, perdemos los de siempre.
Si creyera en la política colombiana y en su democracia, por supuesto votaría por Mockus, este personaje es menos malo para Colombia que Santos, aunque si llega a ganar deberá enfrentarse con la élite de ultraderecha y terrateniente -valga la redundancia-, además le tocara lidiar con procesos judiciales que tocaran al ex-presidente Uribe y sus más cercanos colaboradores; Mockus tendrá que probar que no le tiembla la mano -lo digo metafóricamente- para castigar a los culpables de los delitos que se cometieron durante los largos y terribles años del actual gobierno y empezar a sanar así la herida de miles de colombianos que padecieron el yugo del corazón grande.
De hecho, si Antanas llega a la presidencia no me gustaría estar en sus zapatos, no solo porque se enfrenta a una maquinaria enquistada en el poder sino porque las transformaciones que requiere Colombia nada tienen que ver con la continuidad de la doctrina de la seguridad democrática, vender la idea de que el país debe conservarla es nefasta y continuarla por medio de la “legalidad democrática”, es un salto cualitativo, pero legitima los logros que alcanzo Uribe pasando por encima de miles de cadáveres.
Sí por el contrario gana el hijo de papi de la élite, mí querida patria demostrará –de nuevo- que es capaz de dar continuidad a la caída libre hacia un profundo abismo. Santos es el delfín de una familia que no tiene nada de santa. Ésta es la típica familia con pedigrí que desprecia Colombia y añora pertenecer a la rancia aristocracia europea o al white trash norteamericano. Seria catastrófico tanto interna como externamente una presidencia de esta caricatura de político, nuestro país quedaría aislado del resto de Latinoamérica y el individuo éste vendería lo poco que no vendió Uribe para ganarse el apoyo de los gringos o de los europeos, además, se multiplicaría la corrupción y la represión, se daría más prioridad a la guerra -contra el terrorismo y las “drogas”- y lo que es peor, quedarían en la impunidad los crímenes cometidos por Uribe, los paramilitares y los militares que fueron dirigidos por los dos.
Como queda claro, se esta jugando mucho en estas elecciones, pero gane quien gane es un consuelo de tontos ya que, primero, los candidatos con propuestas diferentes no tienen opción y segundo, en estos ocho años lo que debería haber pasado nunca sucedió, confirmando el carácter apolítico y resignado de los colombianos y el gusto y la admiración por personajes corruptos y violentos.
Marcelo Arroyave
Sociólogo
buen analisis, estoy deacuedo, con lo que dices.
ResponderBorrarme gustaria ahora un tiempo despues de las elecciones tener una opinion con respecto a la muerte del mono jojoy
ResponderBorrarAnonimo, sin duda la muerte del Mono Jojoy es una buena noticia para la elite colombiana, para mi la pena de muerte es una clara muestra de impotencia y de inoperancia de la justicia, yo habria preferido que lo capturaran vivo y lo metieran a una carcel para que pagara todos sus crimenes. En el caso de Santos, esta siguiendo los lineamentos de Uribe y su doctrina de la seguridad democratica, que a la vez se la impuso el gobierno gringo a Andrès Pastrana, asi que en ese aspecto lo que se quiere es exterminar a la guerrilla mas no atacar el problema de fondo que aun existe en Colombia.
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